http://www.lanacion.com.ar/1572129-empleadas-domesticas-las-trabajadoras-que-nadie-ve
En toda relación laboral
existe un contrato económico, por el cual se establece la cantidad de tiempo,
energía y esfuerzo que se intercambia por un salario, horario y condiciones de
trabajo razonables. Este contrato debería estar por escrito. Sin embargo, el
84% de las empleadas domésticas trabaja
en negro, por lo cual este contrato económico quedaría relegado al ámbito
informal: el sueldo y las condiciones laborales dependen exclusivamente de lo
que decida el empleador.
Además del contrato
económico, existe un contrato psicológico. Schvarstein toma a Levinson, quien
lo define como “conjunto de expectativas
recíprocas en cuanto a derechos y obligaciones, en gran parten de naturaleza
inconsciente, de carácter informal, dinámico, y fuertemente relacionado con el
reconocimiento recíproco que necesitan tanto la persona como la organización (empleador)”.
En el caso de las
empleadas domésticas de Argentina, cuyos contratos económicos son en general
arbitrarios e informales, ¿cuál es el contenido del contrato psicológico? ¿cuáles
son sus expectativas y qué perciben como sus derechos y obligaciones? ¿es posible para ellas lograr una distancia
sana entre lo que Schvarstein llama actor y personaje, cuando el ámbito de
trabajo es la intimidad de una casa y hay fuertes vínculos afectivos puestos en
juego?
Según los testimonios que
recoge el artículo, las expectativas del contrato psicológico de algunas
empleadas domésticas tienen que ver con protección, amistad y relaciones de
afecto con la familia que los emplea. Al trabajar en la intimidad de un hogar,
y muchas veces vivir en él en los casos de “empleadas cama adentro”, se ponen
en juego vínculos afectivos más allá de la relación laboral, que puede
desdibujarse fácilmente en este contexto. Según el artículo, el 97% de las empleadoras
habla de que tiene alguien que la “ayuda” en la casa, y no de una empleada o
alguien que contrata, con lo cual el vínculo queda ubicado en otro nivel. "La imagen que ha persistido por mucho tiempo es que las
trabajadoras domésticas efectúan a cambio de un salario el trabajo que le
corresponde llevar a cabo, sin remuneración, a sus empleadoras". Si
bien se tendría que analizar cada caso en particular, queda claro que es
difícil lograr una distancia sana entre actor y personaje en este contexto,
donde ni siquiera está totalmente explícito que el vínculo es sobre todo
laboral. La empleada doméstica es “la chica que ayuda”, vive en la misma casa que
sus empleadores, quiere a sus hijos, en algunos casos, la consideran una hija
más. Resulta difícil imaginar que una chica de dieciséis años, que vino sola
desde un país limítrofe y que, muchas veces, está en una situación de vulnerabilidad,
pueda no quedar “tomada” absolutamente por el personaje que se plantea en una
relación laboral tan ambigua.
También hay que considerar como un factor importante la falta
de un contrato formal, que se da en la mayoría de los casos. En palabras de
Schvarstein, “ la precarización de los contratos instituida
por los modelos hegemónicos de empleo tiende a cristalizar la relación individuo
organización y colocar al sujeto en posición de sometimiento pasivo frente a
estas condiciones.” Más allá de la
ambigüedad del contrato psicológico, es difícil pensar en una posición de no
sometimiento cuando en la práctica, la empleada no tiene ningún derecho a
reclamo, no hay ley que la proteja si está en negro y el desempleo la dejaría,
en muchos casos, en una situación de desprotección. Por eso es importante
rescatar la lucha de Natividad Obeso, que indefectiblemente tendrá que venir
acompañada de una mayor conciencia social para lograr verdaderos cambios.
Bibliografía: Schvarstein,
Leonardo y Leopoldo, Luis. “Trabajo y subjetividad. Entre lo existente y lo
necesario”. Ed. Paidós.
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