martes, 16 de abril de 2013

Empleadas domésticas: las trabajadoras que nadie ve. (La Nación 14/04/2013)

http://www.lanacion.com.ar/1572129-empleadas-domesticas-las-trabajadoras-que-nadie-ve


En toda relación laboral existe un contrato económico, por el cual se establece la cantidad de tiempo, energía y esfuerzo que se intercambia por un salario, horario y condiciones de trabajo razonables. Este contrato debería estar por escrito. Sin embargo, el 84% de las empleadas domésticas  trabaja en negro, por lo cual este contrato económico quedaría relegado al ámbito informal: el sueldo y las condiciones laborales dependen exclusivamente de lo que decida el empleador.

Además del contrato económico, existe un contrato psicológico. Schvarstein toma a Levinson, quien lo define como “conjunto de expectativas recíprocas en cuanto a derechos y obligaciones, en gran parten de naturaleza inconsciente, de carácter informal, dinámico, y fuertemente relacionado con el reconocimiento recíproco que necesitan tanto la persona como la organización (empleador)”.

En el caso de las empleadas domésticas de Argentina, cuyos contratos económicos son en general arbitrarios e informales, ¿cuál es el contenido del contrato psicológico? ¿cuáles son sus expectativas y qué perciben como sus derechos y obligaciones?  ¿es posible para ellas lograr una distancia sana entre lo que Schvarstein llama actor y personaje, cuando el ámbito de trabajo es la intimidad de una casa y hay fuertes vínculos afectivos puestos en juego?

Según los testimonios que recoge el artículo, las expectativas del contrato psicológico de algunas empleadas domésticas tienen que ver con protección, amistad y relaciones de afecto con la familia que los emplea. Al trabajar en la intimidad de un hogar, y muchas veces vivir en él en los casos de “empleadas cama adentro”, se ponen en juego vínculos afectivos más allá de la relación laboral, que puede desdibujarse fácilmente en este contexto. Según el artículo, el 97% de las empleadoras habla de que tiene alguien que la “ayuda” en la casa, y no de una empleada o alguien que contrata, con lo cual el vínculo queda ubicado en otro nivel.  "La imagen que ha persistido por mucho tiempo es que las trabajadoras domésticas efectúan a cambio de un salario el trabajo que le corresponde llevar a cabo, sin remuneración, a sus empleadoras". Si bien se tendría que analizar cada caso en particular, queda claro que es difícil lograr una distancia sana entre actor y personaje en este contexto, donde ni siquiera está totalmente explícito que el vínculo es sobre todo laboral. La empleada doméstica es “la chica que ayuda”, vive en la misma casa que sus empleadores, quiere a sus hijos, en algunos casos, la consideran una hija más. Resulta difícil imaginar que una chica de dieciséis años, que vino sola desde un país limítrofe y que, muchas veces, está en una situación de vulnerabilidad, pueda no quedar “tomada” absolutamente por el personaje que se plantea en una relación laboral tan ambigua.

También hay que considerar como un factor importante la falta de un contrato formal, que se da en la mayoría de los casos. En palabras de Schvarstein, “ la precarización de los contratos instituida por los modelos hegemónicos de empleo tiende a cristalizar la relación individuo organización y colocar al sujeto en posición de sometimiento pasivo frente a estas condiciones.” Más allá de la ambigüedad del contrato psicológico, es difícil pensar en una posición de no sometimiento cuando en la práctica, la empleada no tiene ningún derecho a reclamo, no hay ley que la proteja si está en negro y el desempleo la dejaría, en muchos casos, en una situación de desprotección. Por eso es importante rescatar la lucha de Natividad Obeso, que indefectiblemente tendrá que venir acompañada de una mayor conciencia social para lograr verdaderos cambios.

Bibliografía: Schvarstein, Leonardo y Leopoldo, Luis. “Trabajo y subjetividad. Entre lo existente y lo necesario”. Ed. Paidós.